TIEMPO PARA SABOREAR LA VIDA

No tenemos tiempo de saborear la vida. Vamos a 150 por hora por todas partes. Esta misma mañana tenía que hacer varias gestiones en los bancos y me encontraba gente por la calle y tenía que decir la típica fórmula de "oye, que te tengo que dejar". Y venga hacia aquí, y hacia allá. Y sin tiempo de sentarse, reposar, hablar, sentir, palpar, pensar. Y a tomar un café con quien quieres.

Decía el filósofo sefardí Solomon Gabirol que los cinco pasos de la búsqueda de la sabiduría son el silencio, escuchar, recordar, practicar y enseñar. ¿Realmente podemos llevar a cabo esa máxima en este asco de mundo? Yo creo que no. Y nos comprometemos a las cosas. Y no las cumplimos. Y caminamos solos por la calle, como si fuéramos almas en pena, como si apenas hubiera tiempo a decir un "te quiero".

El sistema no lo permite. El sistema te obliga a seguir adelante, sin pensar, sin reflexionar en si lo que haces realmente vale la pena. Incluso el tiempo que tengo para desarrollar una noticia es mínimo. Y para masticarla y procesarla en mi mente menos todavía. Imposible reflexionar para el periodista. Más imposible todavía para el espectador. Poner en contexto las cosas es casi una utopía.

Pararse un momento a escuchar a Bryn Terfel, con su disco de arias de Haendel o con la manera que tiene de cantar a Wagner, es un pequeño privilegio que me he podido conceder en los últimos quince minutos. ¿Por qué sólo quince minutos? La prisa es uno de los males de la sociedad contemporánea, de las sociedades supuestamente desarrolladas, donde el desarrollo se mide por lo que tienes y no por lo que eres.