¿POR QUÉ NOS INTERESAN LAS DESGRACIAS?

Desde que el mundo es mundo existe un especial interés por conocer las desgracias ajenas. No digo que nos alegremos, pero nos gusta conocerlas. Desde los romances de ciego de la Edad Media hasta los programas de sucesos de la televisión actual o los 'reality shows', como el mío. Es curioso. Son las desgracias las que nos atraen. Bien, nos atrae la sangre, el fútbol y la información del corazón, para saber quién se acuesta con quién y esas cosas.

¿De dónde viene esa atracción por las desgracias? Todos las rechazan pero todos las ven. Es como aquel que dice que no le gusta que saquen fotografías escandalosas en las revistas y luego compra las revistas. Esta misma mañana hice la cobertura informativa de una desgracia, de una pequeña inundación que ha llenado de barro los accesos a un pueblo, que ha embarrancado un camión y que ha reventado el colector de agua de una casa. En esa casa padecieron unas inundaciones similares hace menos de un año. Es uno de los temas de portada del programa de hoy. ¿Por qué?

Yo tengo una teoría, y me gustaría discutirla con vosotros. La gente es feliz. Mejor dicho, necesita ser feliz. Y para ser feliz necesita consolarse. Con los desastres que padecen las personas como ellos, con los amoríos de los ricachones o con los cuernos del vecino. No es alegrarse de que al otro se le caiga la casa encima. Es consolarse con que tú estás mejor. Lo digo de otra forma. Cada vez que llego a un sitio donde ha habido un crimen sexual o algo por el estilo, antes o después sale la frase "pensaba que a mí no me tocaría". Esa frase responde a una alienación de clase, donde tú pretendes ser feliz sintiéndote diferente a personas que son simplemente como tú. Porque un día te tocará a tí.