Son dos términos para designar una misma cosa. Se ha pasado del que suena peor al que parece más suave. Hay titulares de prensa de hace unos cuantos años que contienen la palabra ‘subnormal’ y poco a poco la denominación ha pasado a ‘retrasado’, ‘disminuido’ y ahora ‘discapacitado’. Da lo mismo. Es algo incómodo de lo que todo el mundo huye, algo que da mala suerte nombrar y que incomoda.
Hoy, en contacto con algunos de ellos y con sus familias, he hecho un pequeño descubrimiento: que muchas veces demuestran mejores sentimientos y más sentido común que muchos de nosotros. Hoy, Manolo Contreras, un joven discapacitado de 36 años, me contaba como en su pueblo, Úbeda, no tiene un centro de formación ocupacional en condiciones al que poder ir. Y lo explicaba con palabras sencillas. “¿Qué pasará el día de mañana cuando mi madre se muera? ¿Dónde iremos? ¿Quién nos cuidará? ¡Seremos unos desgraciados!”.
Manolo está en su casa hacinado junto con cinco personas más, en medio de la pobreza y la miseria de su madre viuda, en un barrio miserable que, curiosamente, está a solo cinco minutos del parador de turismo de Úbeda. Como he comentado en alguna otra ocasión, la miseria económica está más cerca de lo que pensamos. En cuanto a la miseria moral, simplemente estamos rodeados.
1 comentario:
Lunaro, gracias por la sensibilidad.
Los que tenemos casos parecidos en nuestra familia, sabemos lo que duelen ciertos apelativos.
¡Qué fácil es poner etiquetas!
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