lunes, diciembre 26, 2005

¿PARA QUÉ SIRVEN LAS SELECCIONES AUTONÓMICAS DE FÚTBOL?


Pues para nada, la verdad. Si nos situamos en otros deportes, podríamos discutirlo. Especialmente cuando son deportes donde una autonomía domina de forma apabullante sobre el resto de España. Es entonces cuando se pueden crear selecciones realmente competitivas que participen sin complejos en eventos internacionales. Por poner algunos ejemplos, el waterpolo, el hockey patines y el hockey hierba son tres deportes donde Cataluña es hegemónica.

De entrada, quiero dejar claro que no me meto en la legitimidad o no legitimidad política para que una autonomía tenga expresión deportiva internacional. No me meto ni en derechos nacionales ni en derechos históricos. Voy únicamente a cosas prácticas, a que los equipos tengan algo que decir en el panorama mundial, y a que un campeonato de Europa, por ejemplo, no esté sobredimensionado. Por esa razón, la tendencia de las federaciones internacionales es que, como no haya una independencia política plena, las selecciones de territorios muy concretos no van a tener reconocimiento oficial.

Antes de volver al fútbol, también quisiera decir otra cosa. El tema de las selecciones deportivas autonómicas debería quedar únicamente en manos de las autoridades deportivas, especialmente de los organismos internacionales. Los políticos deberían quedar con la menor capacidad de decisión posible. Obviamente pueden opinar, como todo el mundo, pero está demostrado que son los que menos saben, los que más crispan y con los que menos se avanza en estos asuntos.

Hablamos nuevamente de fútbol. Me alegro de que Galicia se estrene. También me alegro del resto: Murcia, Euskadi, Navarra, Cataluña, Valencia y Andalucía. En cualquier caso, son partidos de fútbol más festivos que decisivos, más políticos que deportivos, y que estorban mucho en un calendario ya de por sí muy cargado. En el caso catalán, por ejemplo, Oleguer jugará encantado, pero curiosamente Puyol y Tamudo tienen “problemas físicos”, lo mismo que los valencianos Vicente y Albelda. Serán los excesos de las fiestas...

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