Al abogado de la otra parte, el de las familias afectadas, se le saltaban las lágrimas al salir de la Audiencia Nacional. Navarro ha falseado 30 identidades de 62 soldados y no ha dejado ver a decenas de padres y madres a sus hijos muertos. Eso, moralmente, que no legalmente, merece algunos años más de pena. Más que nada porque las prisas de Navarro por regresar a España para el funeral de Estado han roto las vidas de muchas familias. Aunque me extraña que a Navarro eso le importe mucho.
Por su parte, el ex ministro de Defensa, el reaccionario y opusino Federico Trillo, ha leído un comunicado público. Trillo no ha estado salido de tono, pero después de lo que se ha demostrado este hombre podía haber contado algo más y aceptar una responsabilidad política. Sin plantarse delante del juez, el ministro del "viva Honduras" no pagará ningún precio por una de las grandes chapuzas de nuestra historia reciente. Y muy posiblemente el general Navarro tampoco. ¿No será que 34 años después de la muerte de Franco, con la "transición modélica", el ejército tiene aún demasiado poder? Y otra pregunta: ¿quién puede asegurar que, con los pocos medios de los que dispone el ejército, no podemos tener otra desgracia mañana mismo?
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