viernes, noviembre 27, 2009

SER CATALÁN EN EL MUNDO

Soy catalán y soy español. No, no es ni esquizofrenia ni doble personalidad, es algo posible. Responde a una realidad cotidiana, la de los que somos hijos de españoles inmigrantes de los años 60 y 70, de los que tenemos el castellano como lengua materna, y los que manejamos mejor o peor el catalán en nuestra vida cotidiana. Soy lo que despectivamente se conoce como un “charnego”. Nacido en una familia íntegramente extremeña, en Santa Coloma de Gramenet, un lugar bastante habitual para ese tipo de inmigración, de andaluces, extremeños, gallegos...

Hoy las cosas han cambiado un poco y la gente habla de “Santa Coloma de Marrakech”. Mientras tanto, muchos andaluces o han vuelto porque se han jubilado o han decidido vivir en un casa en zonas tranquilas del Vallès o del Maresme, fuera del marasmo urbano de la gran Barcelona. Doy este retrato demográfico obviando los escándalos por los que Santa Coloma se ha hecho famosa últimamente.

Explico todo esto para dar cuenta de que todo se relaciona entre sí, de que Catalunya es tierra de paso y que siempre, salvo situaciones puntuales, ha admitido al que viene de fuera. Por eso me siento catalán y español al mismo tiempo. Llevo once años trabajando fuera de Catalunya y en las empresas en las que he estado se me ha señalado como “el catalán”, no creo que con mala intención, pero sí con algo de prejuicio. Ayer me lo decía una amiga finlandesa que trabaja en la embajada española en Helsinki: “Cuando vengo a Madrid soy una escandinava, y cuando estoy en mi pueblo soy una española”.

También dicen que los inmigrantes españoles son los peores nacionalistas catalanes porque exaltando la ‘senyera’ quieren integrarse como el que más... No sé. Yo creo que a medida que vives en un sitio te vas integrando cada vez más en el medio. Es como si el césped y las hojas te envolvieran y pasaras a formar parte del paisaje. En el famoso referéndum de Arenys de Munt, donde se preguntaba por el derecho de los catalanes a decidir su futuro muchos castellano hablantes se mostraron abrumadoramente a favor. Y ya veremos lo que pasará el 13 de diciembre en los 217 municipios donde se planteará en las urnas la pregunta "¿Está de acuerdo de que la nación catalana se constituya en Estado de derecho, democrático y social dentro de Unión Europea?". Para que todo quede bien clarito, en Catalunya hay 943 municipios.

En medio de todo esto, el diario ‘El País’ publica en primicia el domingo 22 de noviembre que el Tribunal Constitucional va a decidir tras tres años de deliberación recortar seriamente el nuevo Estatut de Catalunya. Antes de meterme en el asunto, quiero decir una cosa: no sé qué han estado haciendo durante esos tres largos años los miembros del sacro santo TC porque yo tardé bastante menos tiempo en leerme el Estatut. El criterio de los magistrados gira en torno al término “nación” o “nacionalidad” si hablamos de Catalunya (ver información de El País)

Quizá, en este momento, convendría acotar la definición de nación. Como en el diccionario de la Real Academia Española, la definición es quizá excesivamente simple, con lo que, si leemos a los principales libre pensadores del siglo XVIII hasta aquí, la nación englobaría a un grupo de personas más o menos en una determinada frontera territorial, con unas características sociales, económicas y culturales concretas, y normalmente con una lengua propia. Kant habla de "nación cultural" y la distingue de lo que conocemos como Estado-Nación. Kant abre caminos para que concluyamos que una nación no tiene por que tener Estado propio. De hecho, el término viene del latín "natio" (derivado de nascor, nacer, nacimiento, pueblo, etnia). Por ejemplo los kurdos son un pueblo nómada entre territorios. Y lo podríamos aplicar incluso a la etnia gitana, con sus propias leyes y códigos de honor.

‘El País’ ha metido unos grados más en el fogón donde se encuentra esta auténtica olla express que es lo que a principios del siglo XX la prensa madrileña denominaba “el problema catalán”. Desde ahí ha habido un gran cruce de declaraciones entre políticos hasta que ayer doce diarios catalanes de diversa ideología y procedencia geográfica han hecho un editorial conjunto llamado ‘La dignidad de Catalunya’. No me voy a extender mucho hablando de algo que ya ha sido suficientemente debatido en muchos foros o medios de comunicación, pero sólo quiero aclarar que para hablar hay que saber y el nuevo Estatut hay que leerlo. Quizá nos llevemos alguna sorpresa. No es ninguna declaración de independencia y no guarda muchas diferencias con otros nuevos Estatutos Autonómicos como el andaluz o el valenciano. La catalanidad, pues, vuelve a ser un obstáculo.

Lo he dicho muchas veces. Mi modelo ideal de régimen para España es la República Federal. Creo que es lo que reflejaría mejor la realidad de una España que inicia el siglo XXI con una crisis económica tremenda pero con una crisis identitaria aún peor. Articular España a través de varios Estados sería una respuesta realista, que no Real (valga la expresión). El problema es que la Constitución actual tiene mecanismos muy difíciles para que su reforma por ese camino sea efectiva. Muchos dicen que la gente ya votó que sí en 1978. Sí señor, hace 31 años, cuando la sociedad española acababa de salir de una dictadura y la realidad social era totalmente distinta. ¡Estamos hablando ya de una generación anterior!

Muchos me dirán qué importan las patrias con más de 4 millones de parados y con la crisis económica que tenemos. Yo creo que tener una democracia limpia, con buenas alcantarillas para la corrupción sea convenientemente castigada, y con buenos mecanismos de representación territorial, sin los privilegios de la clase política, que comento en una noticia más abajo, hace mucho para ver la luz al final del túnel.

Y sobre el editorial conjunto de los 12 periódicos catalanes, acotar otro detalle que no es ninguna tontería. Es un hecho sin precedentes. Se han puesto de acuerdo 12 diarios para hacer el mismo editorial, 12 publicaciones de diferentes ideologías e intereses económicos, cada cual de su padre y de su madre. 'El Periódico', 'La Vanguardia', 'Avui', 'El Punt', 'Diari de Girona', 'Diari de Tarragona', 'Segre', 'La Mañana', 'Regió 7', 'El 9 Nou', 'Diari de Sabadell' y 'Diari de Terrassa'. Parece ser que la iniciativa partió de Rafael Nadal, director de ‘El Periódico’. En cuanto al texto, estoy sinceramente de acuerdo. A mi entender la clave del editorial es el siguiente extracto: “De los doce magistrados que componen el tribunal, sólo diez podrán emitir sentencia, ya que uno de ellos (Pablo Pérez Tremps) se halla recusado tras una espesa maniobra claramente orientada a modificar los equilibrios del debate, y otro (Roberto García-Calvo) ha fallecido. De los diez jueces con derecho a voto, cuatro siguen en el cargo después del vencimiento de su mandato (...). Sólo la mitad de los integrantes se hallan hoy libres de percance o de prórroga”.

Estamos hablando de unas pocas señoras o señores con una toga que pueden tumbar lo que se ha tardado tanto tiempo en conseguir, tras años de elaboración en el Parlament de Catalunya con interminables negociaciones, tras un laborioso acuerdo, tras un dificilísimo consenso en las Cortes Generales, y tras la ratificación en un referéndum. ¿Hace falta algo más para que el Estatut tenga legitimidad?

Por eso cuando hablo de política y cuando hablo del Estatut me remito a mis orígenes, a mi mestizaje y a mis amigos, de diferentes sitios de España e incluso de fuera de España. Me remito al ser catalán no sólo dentro de España, sino en el mundo. Porque cuando hablamos de “dignidad de Catalunya”, hablamos de la dignidad de personas que comparten un territorio, una realidad social y una lengua, es decir, de una nación.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también me he leído el Estatut, porque creo, al igual que tú, que para hablar de una cosa hay que conocerla, y considero que hay artículos que están muy al borde la inconstitucionalidad (por ser generosos en el término). Sí estimo que hay motivos para anular dichos artículos, comenzando por el artículo 6 (por ser artículo recurrente y, pienso, que conocido).

Y no es que el Estatut se parezca a los Estatutos valenciano o andaluz; es que éstos beben del catalán. La diferencia estriba en la situación, panorama, circunstancias, políticas de estas regiones, que no hay llevado en ningún momento a tensar y estirar tanto la Constitución; a jugar con fuego. Empezando por las formas bilaterales que adopta el mismo (al Estatut me refiero).

El TC ha de velar siempre porque la Constitución Española no sea violada. E intentar presionar y coaccionarle creo que es una auténtica vergüenza y un ataque directo al Estado de Derecho.

Un abrazo

Armenteros dijo...

Sin querer entrar en profundidades, esbozo mi humilde opinión: nacionalismos y religiones a lo largo de la historia han servido más para enfrentar que para unir a los pueblos. Abogo por el internacionalismo.

Charro dijo...

Estimado Javier,

Cuando hablas del Tribunal Constitucional dices que "estamos hablando de unas pocas señoras o señores con una toga que pueden tumbar lo que se ha tardado tanto tiempo en conseguir, tras años de elaboración en el Parlament de Catalunya con interminables negociaciones, tras un laborioso acuerdo, tras un dificilísimo consenso en las Cortes Generales, y tras la ratificación en un referéndum. ¿Hace falta algo más para que el Estatut tenga legitimidad?".

Estoooo... ¿seguro que crees en la división de poderes?

A mí, sinceramente, me aburre mucho el Estatut y no lo sigo muy de cerca. Pero lo que sí aprecio es que se trata de un tema que pone muy nerviosos tanto a los nacionalistas catalanes como a los españoles a los que, como siempre, recomiendo encarecidamente que salgan un poco más del pueblo, barrio, ciudad, región o patria en la que se hayan criado.

Lo mismo descubren que vivirían igual de mal con el Estatut que sin el Estatut y dejan de dar por culo.

Saludos.