Por eso yo elevaría al concepto de "santa" a aquella mujer que hace algunos meses "salvó la vida" a otra, que ni era amiga ni conocida, simplemente por su conocimiento médico. La salvadora, que ha preferido seguir en el anonimato, se subió a la línea de autobús 64, de Barcelona, y encontró a la protagonista de esta historia, Montse Ventura, con un aspecto físico que le hacía entrever que tenía un incipiente tumor.
Supongo que en ese trayecto la gente se agarraría a las barras, aguantaría los frenazos con más o menos fortuna, alguno leería, alguno escucharía música, alguno hablaría para si con la cabeza gacha y el más extraño hasta hablaría con alguien, incluso con una furtiva sonrisa, que ya sería más extraño aún.
La anónima rompió la barrera de la apatía que cunde entre el pasaje de los transportes públicos, se dirigió a Montse y le apuntó exactamente cuáles debían ser las pruebas médicas que debía solicitar. Gracias a eso pudo operarse, salvar su vida, y contarlo en una 'carta al director' publicada en 'La Vanguardia', donde quería encontrar a la persona que le advirtió sobre su problema y que se lo "detectó" a tiempo. Su ayuda fue vital. Montse quería darle simplemente las gracias. Mientras escribo estas líneas, quién sabe, pueden estar perfectamente tomándose un 'vermut'. Las dos: Montse de 55 años y Maria Glòria, endocrinóloga, de 60 años.
Para hacernos a la idea de la magnitud de la ayuda, según 'La Vanguardia', la "paciente casual" de Maria Glòria "se ha curado de una acromegalia, una rara enfermedad que causa la presencia de un tumor en la hipófisis y que genera una fabricación disparatada de hormona del crecimiento, que a su vez provoca el agrandamiento exagerado de tejidos (lo más visible son nariz, labio inferior, cejas, manos, pies, pero también ocurre en el interior) y, como consecuencia, problemas cardiovasculares, diabetes, hemorragias… De todo ese riesgo se libró Montse Ventura gracias a su advertencia".
Si quieres leer la totalidad de esta historia haz click aquí. Y si quieres saber sobre esta heroína urbana haz click aquí. Explicado queda. Mi conclusión a esta pequeña historia cotidiana es que todavía hay gente rica en espíritu. Pero tengo algo más que decir. Creamos en la ciencia, creamos en la medicina y creamos en los médicos. La ciencia se basa en un método de hipótesis, experimentación y tesis, lo cual no la convierte en infalible. La medicina no es una matemática milimétrica, no es ciencia exacta. Y qué decir de los médicos, que son humanos y se pueden equivocar. Pero la medicina es la que nos salva.
Cada día en la prensa se anuncian tarotistas y brujos que dicen curarlo literalmente "todo". Hay gente que se ha hecho famosa por echar las cartas y lo que realmente hace es sangrar a economías de lo más humilde con la promesa de curaciones imposibles. ¡Qué sinvergüenzas! Ni chamanes, ni supercherías, ni adivinaciones. No discuto que la naturaleza proporciona recursos, que hay métodos complementarios, que el estado de ánimo del paciente es básico, pero insisto: creamos en la ciencia... Por experiencia.
Supongo que en ese trayecto la gente se agarraría a las barras, aguantaría los frenazos con más o menos fortuna, alguno leería, alguno escucharía música, alguno hablaría para si con la cabeza gacha y el más extraño hasta hablaría con alguien, incluso con una furtiva sonrisa, que ya sería más extraño aún.
La anónima rompió la barrera de la apatía que cunde entre el pasaje de los transportes públicos, se dirigió a Montse y le apuntó exactamente cuáles debían ser las pruebas médicas que debía solicitar. Gracias a eso pudo operarse, salvar su vida, y contarlo en una 'carta al director' publicada en 'La Vanguardia', donde quería encontrar a la persona que le advirtió sobre su problema y que se lo "detectó" a tiempo. Su ayuda fue vital. Montse quería darle simplemente las gracias. Mientras escribo estas líneas, quién sabe, pueden estar perfectamente tomándose un 'vermut'. Las dos: Montse de 55 años y Maria Glòria, endocrinóloga, de 60 años.
Para hacernos a la idea de la magnitud de la ayuda, según 'La Vanguardia', la "paciente casual" de Maria Glòria "se ha curado de una acromegalia, una rara enfermedad que causa la presencia de un tumor en la hipófisis y que genera una fabricación disparatada de hormona del crecimiento, que a su vez provoca el agrandamiento exagerado de tejidos (lo más visible son nariz, labio inferior, cejas, manos, pies, pero también ocurre en el interior) y, como consecuencia, problemas cardiovasculares, diabetes, hemorragias… De todo ese riesgo se libró Montse Ventura gracias a su advertencia".
Si quieres leer la totalidad de esta historia haz click aquí. Y si quieres saber sobre esta heroína urbana haz click aquí. Explicado queda. Mi conclusión a esta pequeña historia cotidiana es que todavía hay gente rica en espíritu. Pero tengo algo más que decir. Creamos en la ciencia, creamos en la medicina y creamos en los médicos. La ciencia se basa en un método de hipótesis, experimentación y tesis, lo cual no la convierte en infalible. La medicina no es una matemática milimétrica, no es ciencia exacta. Y qué decir de los médicos, que son humanos y se pueden equivocar. Pero la medicina es la que nos salva.
Cada día en la prensa se anuncian tarotistas y brujos que dicen curarlo literalmente "todo". Hay gente que se ha hecho famosa por echar las cartas y lo que realmente hace es sangrar a economías de lo más humilde con la promesa de curaciones imposibles. ¡Qué sinvergüenzas! Ni chamanes, ni supercherías, ni adivinaciones. No discuto que la naturaleza proporciona recursos, que hay métodos complementarios, que el estado de ánimo del paciente es básico, pero insisto: creamos en la ciencia... Por experiencia.
2 comentarios:
La ciencia está ahí inmutable, con todos sus aciertos y des-aciertos, defendiendo el tipo frente a situaciones como ésta, en las que sale a la luz el "poder" o "milagro" que salva la vida a otra persona.
Imagino que no hacen falta argumentos, porque la persona en cuestión salvó la vida, y lo que menos importa es cómo lo hizo.
Malena
Javier, te he dejado también mi comentario sobre el artículo de la corrupción.
Malena
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