Hay temas de debate que son tabú. Parece que tratarlos va a provocar un inevitable efecto dominó. Los momentos más importantes de la vida de una persona son de lejos su principio y su final. Pero cuando el final quiere ponerlo esa misma persona apelando a su libertad individual aparece un ejército de pontífices de la moralidad y las buenas costumbres.
Sobre el suicidio, mi opinión ha evolucíonado con el tiempo. Yo siempre he pensado que es una postura cobarde, una manera de no afrontar los problemas, una huida por la puerta de atrás. Ahora pienso lo mismo, pero con una diferencia. Antes esa condena al suicidio la aplicaba al resto del mundo como si yo tuviera derecho a juzgar sobre lo que hace cada uno con su vida. Hoy no es así. Mi visión sobre el suicidio como postura cobarde la veo sólo para mi modo de vida diario. Posiblemente dentro de unos años piense distinto, pero el suicidio es una alternativa respetable para los demás e inadmisible en mi vida.
He recibido muchas enseñanzas sobre el tema a través de amigos, viendo actitudes y hasta leyendo. Recomiendo mucho el libro 'Mi Suicidio', de Henri Roorda (en la foto). No es una apología para que todos nos suicidemos en masa. Es una confesión íntima cuya raíz podría ser la siguiente frase: "No comprendo a esos seres envejecidos, pobres y desdichados que desean por encima de todo durar".
Quizá sea una cuestión cultural. Desde una visión mediterránea, desde una visión vitalista, no se plantea el suicidio como algo posible o a considerar, pero una buena amiga mía, del norte de Europa (su casa roza el círculo polar), me dijo: "Javier, si esa persona está convencida de que su vida no tiene ningún sentido, tiene todo el derecho de decidir si acaba con ella". Y me dejó sin respuesta.
6 comentarios:
Ayer mismo le corté la cuerda a un ahorcado, la mente humana es tan extraña como maravillosa.
Soy de la opinión de los que no opinan, solo mira y reflexiona.
Siempre hay términos medios, en mi caso practico la autodestrucción progresiva.
Define "autodestrucción progresiva"
En realidad la practico en términos ficticios, mi propio fin buscado adrede y poco a poco, que nunca se materializa del todo, nunca llega al final, es decir, nunda feneces, vuelves a resucitar, etc.
Odio mi vida
Realmente nada tiene sentido.
Somos marionetas en manos de una molécula ácida que nos usa para mantenerse viva.
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