El cinco es un número mágico. Cabalístico en el mundo del fútbol, diría yo. A los periodistas deportivos a menudo nos sirve para hacer una rima un tanto zafia, lo cual hace más cultivado el ambiente en la redacción. El cinco es el número de la goleada. Sí, también 4-0 es goleada, pero parece que sea incompleta. Un 5-0, o un 5-2 como el caso que nos ocupa, es indiscutible, rotundo, culmen de virtudes.
Ayer oí alrededor mío que el Barça ganó de suerte y que el Olympique de Lyon no es nada. Como si no tuviera mérito el cinco a estas alturas de competición. Además hubo una diferencia que debería hacer caer la cara de vergüenza a cualquier madridista que se precie. Ayer, el OL agarró por la solapa al Barcelona y le mordió, pese a que quedó claro quién jugaba a fútbol y quién no. Antes de ayer, el Liverpool manejaba al Madrid como un muñeco.
¿Y tras el cinco qué? Pues unas elecciones en el Madrid y una pelligrosa euforia en el Barcelona. La mano de Florentino que lo maneja todo, la cintura vertiginosa de los representantes que se mueven con una enorme agilidad en momentos de crisis, la preparación de la temporada que viene, quizá una nueva falta de planificación... ¿y qué número?
Ayer oí alrededor mío que el Barça ganó de suerte y que el Olympique de Lyon no es nada. Como si no tuviera mérito el cinco a estas alturas de competición. Además hubo una diferencia que debería hacer caer la cara de vergüenza a cualquier madridista que se precie. Ayer, el OL agarró por la solapa al Barcelona y le mordió, pese a que quedó claro quién jugaba a fútbol y quién no. Antes de ayer, el Liverpool manejaba al Madrid como un muñeco.
¿Y tras el cinco qué? Pues unas elecciones en el Madrid y una pelligrosa euforia en el Barcelona. La mano de Florentino que lo maneja todo, la cintura vertiginosa de los representantes que se mueven con una enorme agilidad en momentos de crisis, la preparación de la temporada que viene, quizá una nueva falta de planificación... ¿y qué número?
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