Lo que son las cosas. Hace algo más de dos años, el Bernabéu entero aplaudió puesto de pie uno de los grandes recitales de Ronaldinho. Por entonces el Barcelona descubrió las vergüenzas del Real Madrid en su propia casa, el crack brasileño vivió su máxima eclosión como ídolo culé, y tanto Vanderlei Luxemburgo como entrenador como Florentino Pérez como presidente estaban viviendo su final. Era el final de una era. Ayer, el juego colectivo del Real Madrid pusó al Barcelona ante el espejo y superó sin paliativos al cuadro de Rijkaard. Un Barcelona impotente, sin respuestas. Un Ronaldinho más muerto que vivo. Un crack brasileño convertido en 'catacrack'. El final de Ronaldinho como culé marcado, en esta ocasión, por otro partido contra el Real Madrid, pero de signo muy distinto.
Y ahora 'tot el camp és un clam' contra el brasileño. Los columnistas cargan las tintas contra él, contra su falta de compromiso, contra su escasa profesionalidad, contra sus salidas nocturnas, contra todo lo que huela a él. Y sin embargo no habría que culpar de todo a Ronaldinho. Quizá ahora Rijkaard se haya cargado de razones para apartarlo definitivamente del equipo, pero también puede haberse llenado de argumentos para dar los galones a Bojan, Giovanni dos Santos, Iniesta... Igual la apuesta sale mal, ¿pero cuál es la alternativa ante un Barça sin dibujo? Pues un cambio de equipo. De momento, cambio de equipo sobre el campo. Con el tiempo, cambio de equipo en el banquillo.
Mientras tanto, el Real Madrid vive otro momento. El presidente Ramón Calderón mira tranquilo desde el palco, Pedja Mijatovic no necesita hacer casi nada, el equipo sabe a qué juega y llega a la portería contraria con tres toques. El nivel físico que lucen los blancos y el de los blaugrana da vergüenza de sólo compararlo. No hace falta jugar bien, sino tener un criterio, una idea de fútbol. Eso es justamente lo que pone a los blancos muy por encima de los culés.
2 comentarios:
Yo te recuerdo que hay dos clases de equipos de futbol nada mas
El Levante UD y "los otros"
El hecho de ir los ultimos no nos quita clase
Saludos
Me encanta esa mentalidad. El hecho de ir último, efectivamente, no te quita ni un ápice de categoría.
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