domingo, diciembre 22, 2013

FELIZ FALSEDAD

Durante los próximos días voy a dar algunas razones sobre por qué no me gustan las fiestas navideñas. Partamos de la base de la celebración del solsticio de invierno que se ha hecho desde el Antiguo Egipto a las tribus maorí de Nueva Zelanda. A lo largo de la historia, desde hace miles y miles de años estas celebraciones se han plasmado en traducciones religiosas. Una de las más recientes, en términos relativos, la encontramos en el nacimiento del ‘niño Jesús’. Nos referimos, pues, a la Navidad.

A partir de ahí, con el sistema capitalista, nos sale el nórdico San Nicolás vestido de rojo ‘Coca-Cola’ cuando él original vestía de verde. Se modifica la leyenda de los Reyes Magos de Oriente para que sean tres. Damos dulzura a todo y construimos una historia mítica. Como los Reyes dan regalos al recién nacido, a los niños hay que dárselos también, pero no sólo eso sino que hay que dar presentes al conjunto de la familia. Hay que hartarse de dulces, hay que comprar un pavo, los anuncios te bombardean y así sucesivamente.

Pero como ‘Jesusito-de-mi-vida-eres-niño-como-yo’ ha venido a traer la paz, se supone que nosotros también debemos hacerlo. Todos a ser muy muy buenos, vamos a hacer maratones en televisión, colaboraremos con los niños de Burundi, cuando en otros barrios de grandes ciudades en España hay situaciones igualmente complicadas.

Tienes que compartir una mesa frugal con gente que no quieres ver ni en holograma en el resto del año, le tienes que sonreír y sobre todo evitar temas políticos cuando a alguien le da por sacar los licores. En cualquier caso, durante estos días, voy a repasar las tradiciones “entrañables” que todos tenemos asumidas pero que yo odio más a cada año que pasa. No soy un asocial ni un insolidario, pero no me hace falta un día del año para demostrar cuánto quiero a la gente que quiero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

lunaro hecho de menos el tema de la leche muuuuuu