“150.000 peseeeetas” o “miiiiil euros”. La misma “entrañable” cantinela todas las mañanas del 22 de diciembre. Cada año lo mismo. Bien, 2013 ha sido diferente porque Raphael nos lo ha repetido hasta la saciedad. Prefiero al calvo, ¿qué quieres que te diga? La suerte del calvo te da una pedrea que no sabes como repartir, un reintegro y poco más.
La mesa camilla llena de participaciones de la Asociación de Vecinos del barrio, una fábrica de corcho de San Vicente de Alcántara, una almazara de aceite de La Higuera, algunos décimos que has compartido. ¡Venga a perder dinero! ¿Y la lista? ¿Dónde está la lista?
Y lo dices poniéndote ceporro a polvorones y con un licorcito al lado contenido en una botella de anís del mono, con la tele de fondo que conecta en directo con Sort o con Soria o con Jaraíz de la Vera, y con esas preguntas incisivas como “¿contento?” (no, estoy hundido en la miseria) o “¿muy repartido?” (pues sí, si tenía el décimo con veinte amigos, tú que crees) o “¿qué piensa hacer con el dinero?” (pues donarlo a una ONG, no te fastidia).
No hay comentarios:
Publicar un comentario