Los españoles celebran la noche previa al día de Navidad, los catalanes casi no hacen nada en nochebuena y concentran su “escudella i carn d’olla” en el 25 de diciembre. Como son catalanes, aprovechan lo que se han perdido de la opípara y preparan en el 26 de diciembre, “diada de Sant Esteve”, unos canelones, que es un plato que aborrezco, dicho sea de paso. ¡Si es que parece que la Navidad confabule en contra mía!
Yo soy de Barcelona pero mi familia es extremeña con lo que siempre celebrábamos la nochebuena y quizá comíamos algo en Navidad en un restaurante o sitio un poco especial. Pero las familias de Barcelona con raíz catalana se concentraban en el 25 y el 26. Haciendo honor a la frase “los huéspedes dan alegría, pero cuando se van más todavía”, no aparecían muchos miembros de la familia. Así que tengo la suerte de no tener ninguna suegra con lengua viperina, un clásico de estas “entrañables” fiestas. Lo del “cuñado” ya va aparte...
Como vivo en Jaén, por acontecimientos varios que se desarrollan a lo largo del año me acabé integrando a la familia de ella y una cena más con ellos no me importa en exceso, salvo algún comentario político de alta escuela que no viene al caso y en el que yo he aprendido a no entrar. Pero como diría Julio Iglesias, a los amigos los escoges y a la familia no.
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