Llamo a un viejo amigo de Barcelona. Es esa típica amistad que intentas mantener como sea, aunque sean más de mil kilómetros los que nos separen. Estoy hablando de quince años de relación un tanto discontínua, pero que no quiero perder por nada del mundo. Pues bien, ayer le llamo y le pillo echando la siesta, con lo que se me queda la típica cara de imbécil de cuando despiertas a alguien al que has llamado por teléfono.
Bueno, él echando siestas no es algo habitual. Y me lo justificó. Me comentó que estaba cansadísimo por una boda el día anterior... de una chica con la que yo había estado saliendo. Espectacular. No tuve una sensación ni de celos ni desagradable, pero sí tuve una sensación algo rara, como de tiempo que va pasando para todos. Y no digo nada cuando te cruzas con tu ex por la calle y la chica va con el carri-coche o con sus hijos ya creciditos. El tiempo pasa, está claro.
1 comentario:
Creo que esa sensación tiene nombre propio :madurez o vejez, según te lo quieras tomar... jejeje
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