Es curioso el grado de estupidez al cual podemos llegar algunos humanos. El pasado sábado estuve junto a unos amigos cenando en un restaurante. Cerca de nuestra mesa había dos lugares adonde se dirigían todas o casi todas las miradas masculinas. Por un lado, una mesa donde había una pareja de un hombre muy feo y una mujer que no estaba mal. Era más bien madurita y el trapito que llevaba puesto dejaba su espalda completamente al descubierto y apenas cubría los pezones de unos pechos como piedras. Parecía que llevaba escrita en la frente la frase "estoy operada".
Y cerca de allí una mesa llena de mujeres inglesas. Parecía que celebraban un cumpleaños. Mujeres de aspecto más o menos agradable entre sí y de diferentes edades. Y muy cerca un grupo de hombres que berreaban ante la presencia de esas chicas. Y las chicas me llamaron y estuvimos hablando un rato. Sin más. Y los hombres me llaman y me preguntan si "las puedo traer", como si fueran mercancía. Lo cierto es que estamos muy solos y combatimos nuestra soledad de la manera más cutre y casposa.
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