El Espanyol es nuevamente campeón de Copa con justicia y creo que ya va siendo hora de reconocer la extraordinaria labor del equipo 'perico'. No hay club más implicado en el fútbol catalán, no hay club más heterogéneo por el origen social e ideológico de su afición, y no hay club más abierto en estos momentos.
Después del derribo de Sarrià y de los chistes malos hechos desde el Camp Nou donde a los ‘pericos’ se les llamaba los ‘sin techo’, la directiva blanquiazul no ha logrado salir del bache económico, pese a que la demolición de Sarrià se vendía como la panacea para salvar al club de la desaparición. Así que no han tenido más remedio que apostar por la cantera. Pero lo han hecho así. Otros clubes de España, con una situación económica peor, han tomado otros caminos...
Los de Miguel Ángel Lotina nos han ofrecido una final de Copa hermosa, robando balones desde atrás, jugando al fútbol con criterio, buscando el espectáculo y el gol... y hasta Kameni ha querido gustar a grandes y pequeños poniéndose en plan 'palomitero' cada vez que le llegara un balón por fácil que fuera.
Mi maestro en radio deportiva, Gaspar Rosety, dice que la final de la Copa es el partido más bonito del año. Estoy de acuerdo, pero sería más bonito todavía si hubiera una apuesta decidida por una competición que se ha convertido en el 'trofeo de los pobres'. Hay varias propuestas que para mí son lógicas: que el campeón de Copa vaya a la Champions, que las eliminatorias siempre sean a un solo partido en el campo del más modesto, y que la final sea una 'final four' como las de baloncesto jugada el fin de semana, para evitar el poco lucimiento de un partido de estas características cuando se disputa un miércoles. ¿Por qué no?
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