Menos mal que la foto que he sacado era mala. Así los de la empresa funeraria en cuestión no podrán hacerme nada por haberlos nombrado ya que no aparecen ni en la foto. Están cerca del complejo hospitalario Ciudad de Jaén. Anunciándose como debe ser, con unos neones fuertes, como si fuera un bar de carretera o una discoteca. ¿Horteras? No, buenos empresarios. Se dejan ver para que los familiares de gente recién fallecida los descubran "casi por casualidad". Para que aquellos que no tienen seguro de decesos ni nada por el estilo puedan acudir a los servicios que ofrecen de manera tan sumamente discreta, para dar el mejor de los homenajes a los seres queridos en el último adiós.
Una compañía de servicios de decesos es un negocio, tan legítimo como la panadería de la esquina o un hipermercado. Quedamos entonces en que el negocio, en sí, no es inmoral, pero si hay prácticas inmorales, prácticas que dejan en una nimia anécdota el neón que aquí aparece. En el libro 'Morir con dignidad' Marcos Gómez Sancho nos cuenta:
"Es preciso hacer notar que el tremendo negocio funerario muchas, muchísimas veces, comienza ya en el mismísimo hospital y toma carices que asquean. La competencia es muy fuerte y el asalto de los agentes de las funerarias a las familias en duelo para proponerles los servicios se da ya en los velatorios de los hospitales, incluso en la misma planta donde fallece el enfermo. En ocasiones ha habido la sospecha de que algún profesional del propio hospital estaba "compinchado" con alguna empresa funeraria y que recibía un porcentaje por cada cliente. Afortunadamente para él, esto no se pudo demostrar. Es sencillamente patético ver coincidir el dolor del duelo con la tramitación económica y mercantil de la muerte".
O una historia que recuerda Pepe Rodríguez en uno de mis libros de cabecera, 'Morir es nada'. La historia de un padre que pierde a su hija cuando ésta aún era muy joven. Encargó un entierro sencilo con un ataud reciclado. Al final el comercial de la funeraria le hizo ver que la mejor forma de homenajear a su hija era con un ataud de más calidad y una honras fúnebres más pomposas. El resultado: pasar de un féretro de 1.000 euros a otro de 12.000.
Así resume los chantajes emocionales de los representantes de las funerarias el propio Pepe Rodríguez: "Las principales armas con que cuenta un vendedor de servicios funerarios deshonesto, para manipular a su cliente y hacerle gastar el máximo dinero posible, son: incidir en el sentimiento de culpabilidad del deudo -que puede incrementarse a través de múltiples vías, como apelar a una supuesta falta de amor por el fallecido si no se le hace un entierro "como corresponde", insistir en que es la última oportunidad para poder "hacer algo" por el fallecido, incidir en el rol del cliente ("es que usted es su padre..."), etc.-; enfrentarle con el qué dirán, anunciándole una pésima imagen entre sus conocidos si racanea servicios y buenos productos para la ceremonia mortuoria -"a sus amigos y vecinos les será muy difícil entender que haga tan poco para decir adiós a su [pariente fallecido]", "una familia de su posición no puede permitirse menos..." , etc.-; halagando al cliente -"usted sabe perfectamente que su [pariente fallecido] y su familia confían plenamente en que sabrá decidir lo mejor para todos", "se nota que nadie quería a esa persona como usted", etc.-; o apelando a la credulidad y angustia frente a la muerte sugiriéndole que hacer el máximo esfuerzo posible para las honras fúnebres ayudará al familiar en el más allá".
Parece mentira que queramos olvidar la muerte obviándola y sin mirarla a la cara y sin hablar de ella con naturalidad, y que no vivamos con plenitud teniendo presente que el día de hoy puede ser el último y que por lo tanto cada minuto vale oro. Lo dice en el encabezamiento de este blog: "La vida empieza hoy porque mañana nadie sabe lo que pasará". De hecho, lo escribí hace algo más de cuatro años, cuando empecé con este blog.
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