jueves, marzo 10, 2011

"8 DE MARZO" DOS DÍAS DESPUÉS

Las seis y cinco. Ya me extrañaba a mí que ese zumbido penetrante y machacón, que me llega de la izquierda, fuese realmente sonido de la sirena del crucero con el que estaba soñando. Las seis y cinco. Apago el despertador de un manotazo y me sonrío: esos cinco minutillos de propina los tengo por costumbre desde hace muchos años. Y cada vez me engañan menos, pero ahí siguen. Hoy es... ¿martes?... sí, es martes. Al mayor le llevan de excursión de día completo, hay que preparar tartera. Arriba.

Mis diez minutos de ducha, que deberían ser veinte, y solo mios, los acabo de pasar pensando en cómo organizarme la jornada. He dejado a mi otra mitad en su ladito de la cama, roncando que da gusto, de espaldas y disfrutando su propina de sueño, de casi media horaza más que la mía, por cierto. “Trabaja mucho...”, diría mi madre. Yo también. Quiero decir que yo también trabajo mucho. Y que también me he visto muchas veces diciéndolo.

Preparo desayunos. Comen mucho las bocas de mis nenes. No son las únicas, claro. Remuevo colacaos y pienso en cómo meterles prisa de manera creativa, sin que me sientan los nervios, la prisa, el yanollego. Son muy pequeñitos y madrugan mucho, pobres. Se les ven unos ojitos pequeños y obedientes, caritas de sueño llamado al orden, militarizado, puesto a buen recaudo. Les hago una especie de figura con la tostada. Una cosa informe y hortera a la que llamo dinosaurio para que se rían. Y lo hacen, se ríen pero me da a mi que por compasión. Son estupendos, mis enanos.

Atasco de camino al trabajo. Mis criaturas han intentado estar a tiempo, doy fe, y casi lo consiguen. Pero son niños, su mayor encanto está en quedarse donde floten algunas musarañas. Y contarlo con sus vocecillas de colores. Los besos que me dan al dejarles en los coles consiguen poner a cero el contador de prisas cada día. Lástima que la ilusión dure tan poco. ¿Por qué el del Clio se piensa que pitando como loco va a solucionar algo? Me acaba de sacar de mi sonrisa pensando en los enanos. Acierto a verme una ceja en el retrovisor ¿cuánto hace que no me paro tiempo ante un espejo? No lo sé. Tampoco es que me importe, pero...

Pero sí, sí que me importa. Tengo ganas hace ya meses de hacer un curso, o de meterme una tarde en un SPA, o de leerme un par de libros del tirón, de pasar una tarde en silencio, de volver al yoga... Tengo ahora 35 años, hasta los 67 que me jubile, si es que tengo trabajo hasta entonces, me quedan... jajaja. Mejor vuelvo al espejo.

Hay quien pasa por mi lado y me dirige una mirada rara ¿me combinan los colores de la ropa? ¿o miran las dos sillitas en el coche? ¿o miran sin ver y piensan como yo en sus propias cosas? Vete a saber. Ya llego tarde a la oficina. Tarde respecto al horario que el jefe se cree que es “lo normal”, por supuesto, no tarde respecto a mis deberes, que ya me encargo yo de tenerlos bien hechos. Eso sí, que no se note que me da tiempo a todo, que de lo que se trata es de echar horas en la mesa, no tanto ya de trabajar a buen ritmo, despachar, resolver, archivar…… y salir.

Pausa-café. Concebida enteramente para que no parezca un abuso esclavizante cerrar una oficina a las 7 de la tarde. Me acaban de ofrecer ese curso que llevaba tanto tiempo deseando hacer ¡estupendo!... sí... después del trabajo. Cuatro horas por semana, martes y jueves. Empiezan hoy. Me puedo ir olvidando. Son los días de gimnasia de mis padres, y cualquiera les explica que no les puedo llevar. Otra vez será. Eso lo dije ya las cuatro últimas veces.

Me repito, dice mi madre. Me repito quejándome (y eso que me quejo poco), y lo que es peor, me porto más que mal mirando solamente por mi. Me río por no llorar oyendo eso. No me quejo tanto en realidad. No cambiaría mi familia por nada, me gusta mi trabajo, creo que lo hago bien y los jefes confían en mi. Me ocupo de mis padres, de mi casa, de mi pareja... me ocupo de todo, lo mejor que puedo. La queja no es tener cosas que hacer. La queja es, más bien, que todos los habría que, tendríamos, deberíamos, vamos a... por un arte de magia un tanto extraño, que ni siquiera sé cómo empezó, se acaban convirtiendo en flechas luminosas que apuntan retadoras sobre mi pobre cabeza. Para que los resuelva. Para que les dé forma. Para que los transforme de los condicionales a los hechos.

Nueve y media. Ya no llego al telediario de la Uno. Y aunque llegase a tiempo ¿cómo verlo? Preparo un par de pequecenas mientras sofoco una revuelta -cordial, gracias a Dios- en la bañera. Me viene uno cantando la canción de Rudolf (en mis tiempos a mi no me la enseñaron, toca poner atención a la letra), o el otro contándome aventuras de las clases. Y la excursión ha estado muy bonita, aunque tengo aún que limpiar con algodón un rasponcillo de codo antes de poner otra tirita y beso encima (lo han curado ya genial las profesoras, mañana me tengo que acordar de darles las gracias). Pijamas, cenas, mimos... ¿cuentos? Vaaaale. Pero solo tres, que sois muy pesados.

Se han dormido mis niños. Me gusta el silencio de casa. Me gustaría más si fuese silencio en realidad, porque más bien fantaseo con el silencio. Si lograse un ambiente acogedor, para tener conversaciones, si el cansancio no me ganara antes de pedir otra vez que alguien apague ese televisor, que me pongan mi música que hace siglos que coge algo de polvo (sí, polvo, no llego a todo) en la estantería. Se me cierran los ojos en el sofá. Voy a recoger la cocina antes de dormirme del todo, que mañana por la mañana no creo que me dé tiempo. Entro antes para poder salir a tiempo y recoger a los niños de su horario super ampliado. Suerte que al menos en los coles nos dieron esa posibilidad. Sé que están bien atendidos aunque no sea por mi.

Me voy a dormir. Me estiro en la cama, respiro hondo y me digo. Bien, Luis, muy bien, otro día superado. Mañana más. ¿que por qué Luis, me preguntan? Porque me llamo así.

¿Les hubiese parecido más lógico que me llamase Sara, María, o Pilar? Entonces me parece que nos queda aún mucho a tod@s por hacer.

El relato que has leído no es mío sino de mi amiga Alicia. Gracias Ali por tu amistad, tu genialidad y buen gusto.

1 comentario:

Unknown dijo...

Gracias a tu amiga Alicia y a tí por publicarlo. Me ha encantado.