LA VERDAD SOBRE LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ

Hablaba ayer de los Testigos de Jehová. Es esa secta que no permite que sus adeptos sobrevivan gracias a las transfusiones de sangre de otras personas. De hecho, ha habido padres que han dejado morir a sus hijos por no aceptar sangre de otros. Ese tipo de padres aceptan resignados la "voluntad de dios" porque así lo ha querido. Son los que dicen que hay sustancias que sustituyen a la sangre, lo cual es radicalmente falso.

Esta mañana he recuperado una tradición que tenía perdida desde hacía algunos días: tomarme un café con leche y una media de tomate en el Fígaro. El Fígaro es un bar que hay en la plaza del Pósito, en el centro de Jaén. Es una de las tascas con más solera de la ciudad y Manolo y José, quienes atienden la barra, son dos tipos estupendos. Pues bien, uno de los amigos de ese bar, en ese caso amiga, estuvo diez años de su vida como 'testigo de Jehová'. Ella ahora tiene 35 años. Pues bien, estuvo metida en la secta entre los 13 y los 23.

Me contó muchas cosas. Por ejemplo, que durante su tiempo allí tenía la sensación de que el resto de la gente, los que no eran 'testigos de Jehová', los que en la secta llaman "mundanos" o "egipcios", eran personas raras, personas que estaban como fuera de su mundo, gente con la que no comunicarse. Me habló de cómo ejercían técnicas de despersonalización, de cómo le fueron creando un mundo que se retroalimentaba, fuera del cual no hacía falta nada más. Me habló de la falsedad, de cómo una vez volvías al redil te recibían con los brazos abiertos para "hacerte el arco" a los diez minutos, o lo que es lo mismo, te retiraban la palabra. Me habló de la extraordinaria ambición de muchos miembros por ir a vivir a la sede central de los Testigos de Jehová en España, en Ajalvir (en la foto una panorámica de lo que tienen montado en esa ciudad cercana a Madrid). Me explicó los lujos de los líderes de la secta en España.

Me habló de los "delitos" que allí existían, de cómo te quitaban lo que ellos llamaban "privilegios" para condenarte por esos "delitos", de cómo esos "privilegios" que no eran más que pasar el cepillo y cosas parecidas eran muy importantes para un adepto, puesto que lo que representaba eso era vital para sus sentimientos y el sentimiento era y es el principal mecanismo de enganche a una secta.

Tener sexo antes del matrimonio, por ejemplo, era un "delito grave". O no digamos tener sexo con una persona "mundana", de fuera de la secta. Porque evidentemente lo importante era casarse y relacionarse sólo con las personas que son 'testigos de Jehová'. Me contó lo difícil que era conseguir ser bautizado (esos bautismos colectivos donde meten a los adeptos en una especie de piscina y donde llenan el campo del Barça de señores con corbata y señoras emperifolladas). Me habló de cómo su padre dejó de beber durante los cuatro meses en los que estuvo con los Testigos de Jehová simplemente porque sustituía una droga por otra.

Y me contó que decidió irse cuando vio que obligaban a su madre a ir al 'salón del reino' en muletas estando gravemente enferma. Hizo tabla rasa y se fue. Para no volver más. Nunca más.

Por cierto, un blog que está casi dedicado por entero a esta secta es el de John Henry Kurtz. Desde ese blog se puede acceder a otros tantos que explican prácticas pederastas y demás barbaridades de los Testigos de Jehová. Para que luego esta gente hable de prejuicios contra ellos. Para que ellos apelen a la libertad religiosa para atacar a los que somos favorables a la laicidad. A ver quién va a dar aquí lecciones de libertad...