Ayer hice una de esas locuras que de vez en cuando hago. Cogí el coche y me fuí a Madrid, a la fiesta-sorpresa de un amigo mío que se va a vivir a las Islas Caimán durante un periodo largo. Estuve unas horas y volví a Jaén. Llegué a las 4.30 y he dormido 3 horas. Ahora son las 9.30 y hay que irse a trabajar. No estoy demasiado cansado, sino contento, y eso me suple el desgaste físico.
Los que estaban allí eran mis amigos y tanto el "homenajeado" como algunas otras personas me demostraron el auténtico valor de la lealtad. En la amistad pasa eso: quien se supone que era tu amigo deja de serlo, y con quien no tenías mucho trato ahora es una persona absolutamente firme a la hora de estar contigo.
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