Unos días después, tras la final de la Champions y la borrachera triunfalista, se me ocurren algunas reflexiones algo más reposadas. El triunfo del Barça este año es el triunfo de Txiki y de Rijkaard. Quiero recordar que en primer año de Rijkaard se barajó su destitución muy seriamente, una parte de la directiva quería echarlo (incluído Sandro Rossell) y sólo una maniobra de resistencia muy firme propició que el holandés continuara. Ya ha logrado tres títulos con un doblete espectacular.
Y esto es sólo el comienzo. Creo que este equipo no ha tocado techo, ni mucho menos. Va mucho más arriba, pueden caer más Copas de Europa y el club catalán puede darle la vuelta a una historia que siempre le ha sido adversa. No sólo se trata de igualar el Dream Team de Cruyff, sino de superarlo y lo pueden conseguir.
Sobre las celebraciones tenemos un interminable debate. Por orden público es mejor pasarlas al Camp Nou y abandonar definitivamene la Plaza de Sant Jaume. El problema es que los altercados no sólo no han disminuído, sino que han aumentando. Es más, hemos pasado de lunas y cabinas telefónicas rotas al pillaje más descarado en las tiendas cercanas a La Rambla. Una auténtica bacanal cuya responsabilidad empieza en la gente y acaba no sólo en los Mossos sino en el propio Barça.
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