SER SEGUNDO ES NO PASAR A LA HISTORIA

La vida está llena de competidores que se han quedado a las puertas del triunfo. Excelentes atletas que tienen una preparación casi igual que la de los grandes campeones, pero que por unas cosas u otras se quedan a una centésima del triunfo final, a las puertas del Olimpo. Y luego habrá grandes historias o leyendas sobre ellos, pero la Historia con mayúsculas no los recordará. Sólo recordará a los ganadores. Es así de ingrato el deporte. Así de ingrata la vida.

Mirolad Cavic estuvo dominando la final de los 100 metros mariposa, pero Michael Phelps le hizo una remontada desde el séptimo puesto y le ganó por solo una centésima. Pese a lo engañoso de la foto, Phelps, el de la izquierda, tocó lo pared una centésima antes, con la fuerza suficiente como para detener su crono. El serbio, el de la derecha, tan sólo rozó esa pared y ahí estuvo su centésima.

Es la centésima que hace la diferencia entre una medalla de oro y una de plata, la que te mete en la Historia o te saca de ella, la que te iguala a Mark Spitz o la que te impide superar al mítico californiano del bigote, la que te hace ser el mejor deportista de la Historia o no, la que te hace derramar la última lágrima porque será la más grande, la que provoca que tu Comité Olímpico Nacional reclame cuando ellos saben positivamente que no tienen nada que hacer, cuando el propio nadador no quería reclamar porque sabe que si le hubiera dado un golpe a la pared con más mala leche posiblemente el oro sería suyo.

Es esa diferencia entre ganar o perder que bien conocemos los españoles. Hasta hace muy poco, cuando sólo ganábamos en vela y en equitación, siempre nos quedábamos a las puertas de los ganadores. ¿O quizá en estos Juegos nos volverá a pasar lo mismo? Así de injusto es el deporte. Así de injusto. Cuatro años de beca ADO rompiéndote el alma para quedarte a nada de ganar, o a una sola centésima. La que te abre las puertas de la Historia.