Hoy he estado con un chico de 21 años que ha recibido el alta tras mes y medio en el hospital. Él tiene la suerte de poder contarlo, y su hermana, que pudo escapar, también. Su madre no lo podrá explicar. El padre, que ahora está en prisión, entró en la casa y fue a por todos. Al final, sus hijos salvaron la vida. A él le he arrancado unas pocas declaraciones de su asombrosa recuperación, pero le he notado muchas secuelas.
Sus respuestas son lentas e imprecisas, contesta tan sólo a preguntas muy simples y desde la noche del crimen no exhibe la misma lucidez. Me dicen que el riego sanguíneo a su cerebro no es el mismo y aseguran que ya no es el de antes. Pero está luchando por recuperar la dinámica de siempre. Lo tiene difícil, pero no le queda más remedio que intentarlo...
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