Aún así, siempre la había defendido, hasta el día en el que a mi entender legitimó la violencia machista de una forma tan descarada que me resultó indefendible. Esta es la historia que nos cuenta Mariola Cubells. En muchas cosas de las que cuenta me siento muy identificado. Por cierto Mariola, tú y yo no nos conocemos y ya te he plagiado el texto sin tu permiso. Así que lo puedo borrar si quieres, pero tú y sólo tú le has contado a la gente la cantidad de basura que hay detrás de "Entre todos".
Juan, en paro, abandonado por su esposa y con cuatro hijos (dos niños y dos mellizas preadolescentes), llamó un día a Entre todos, de TVE para pedir ayuda. Nunca hasta ese momento se había visto tan desesperado, y jamás pensó en acudir a un programa de televisión y poner en evidencia su miseria. Pedía cualquier cosa, para sacar adelante a su familia. Antes de que su caso fuera atendido y escogido para ser aireado, Juan firmó una autorización para que pudiesen filmar a los hijos, que son menores (uno de ellos padece una importante discapacidad). También firmó otro documento mediante el que libraba a la productora de cualquier responsabilidad si daba mal uso al dinero que se pudiera reunir. Todo súper solidario, lo sé...
Llegó el día del programa. Conexión en directo con Juan y su casa. En su auxilio acudió José Vicente, que ofreció lo que podía: ropa para los niños. Le atendieron los redactores que filtran las llamadas (para evitar lo inevitable: que se cuelen espectadores críticos con el espíritu del programa, y lo cuenten en directo). Le preguntaron que si quería pasar en directo para hablar con Toñi pero dijo que no.
- Lo que quieras. Pues luego, al acabar, le daremos tu teléfono a Juan y él te llamará.
- ¿Me llamará él?-, preguntó sorprendido.
- Sí, es la norma del programa.
- Quería ayudar a Juan, decían los oyentes. Toñi se pone contenta, Juan también. Acaba el lacrimógeno momento.
Juan recibió durante el programa consejos de expertos, llamadas de aliento, donativos varios y algunas ofertas inconcretas de trabajo. Al acabar, los redactores le pidieron una dirección de correo electrónico para enviarle el listado de teléfonos de sus benefactores. "Para que les vayas llamando uno a uno", dijeron.
Días después Juan, el hombre necesitado que acudió a la tele pública para pedir limosna, telefoneó a José Vicente, cuyo número figuraba en el listado. Conversaron durante un largo rato:
- Y ¿cómo es que me llamas tú?-, preguntó José Vicente, extrañado aún.
- Me han dado un listado de todas las personas (que eran unas sesenta) que se han ofrecido a ayudarme durante el programa, con sus teléfonos...
- ¿Pero tienes que llamarlas tú?-preguntó el otro.
- Sí, ellos me desean suerte y ya está. Y aquí estoy yo llamando sin parar a todos. Los cuatro o cinco que llamaron para darme trabajo, me han pedido que haga un curriculum y que ya me dirán la dirección y cuándo conviene que lo presente.
- ¿Y el resto?-, quiso saber José Vicente.
- Pues de momento, de todos los que se ofrecieron, sólo han cumplido una señora de Valencia y otra de Madrid (unos 1.200 euros en total). El resto me ha dicho que "cuando me venga bien", o que espere al verano y a la paga extra.
José Vicente enmudeció bastante. Le ofreció otra vez, de corazón, lo que estuviera en su mano.
- Gracias, de verdad, le dijo Juan. Está siendo duro esto. Además a muchos de los que he llamado y que me han dado largas, los he contactado tras muchos intentos. Llamaba a sus domicilios y notaba cómo me esquivaban. ¿Cómo voy a insistirles, cómo les recuerdo el compromiso dentro de un mes o dos? Se me cae la cara de vergüenza-, le dijo.
Quince días después, con ese listado y agotados los minutos de tarifa plana del teléfono de su hermana y otros tantos de recargo, Juan consiguió 4.000 euros, una compra realizada por una pareja en un supermercado y promesas de mirar despacio su curriculum en una empresa a 85 kilómetros de donde vive. Hubo algunos de los que habían llamado al programa que acabaron diciéndole, "estoy para pedir, no para que me pidan".
Las razones por las que Juan acudió a la tele en lugar de reclamar la ayuda de Servicios Sociales, (recibe una paga de 400 euros), de Cáritas (que por cierto le da dos cajas de comida semanales con alimentos básicos), de Cruz Roja (que le ofrece alimentos que no se estropean), fuera de los focos, darían para otro artículo, que no es este. Este artículo es solo para volver a gritar BASTA.
Bonus
Gracias a José Vicente Pascual, por haber contado esta historia, dura y real. Me encontré con ella cuando me disponía a escribir un resumen, un año después de su estreno, de todos los zascas, reconvenciones, críticas (incluida la mía, que está mal que lo diga, pero fue de las PRIMERAS), e incluso varapalos judiciales, que ha recibido el programa. Que es el PEOR programa de la tele actual, el más obsceno, uno de los más peligrosos, por lo que amaga, por dónde está ubicado, por su puesta en escena...
Pese a todo, ahí sigue, en una TVE que naufraga, que delira, que muere a días, que avergüenza, que ofende, que muerde, que peligra, que aterra... todo a partes iguales. Sin ese estado terminal de la tele pública, sin esa decadencia moral, probablemente Entre todos no podría existir. En una tele pública sana y normal, ningún programa habría soportado las bofetadas de sentido común, las críticas sesudas, los gritos ciudadanos y judiciales. No se habría humillado a ningún Juan.
Epílogo
Una temporada de Entre todos (125 programas), cuesta 3,68 millones de euros, 30.000 euros por emisión. Lo realiza la productora Proamagna, propiedad de Pablo Carrasco, antiguo director de RTVA, donde puso en marcha el espacio original Tiene arreglo. De hecho, Canal Sur denunció a TVE por plagio. Toñi Moreno cobra 175.000 euros por temporada, a razón de 1.400 euros por programa. Ahí lo dejo.
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