Apuras el tiempo y vas con una lista donde crees saber qué comprar. Entras en ‘El Corte Inglés’ con los eternos argumentos de que los grandes almacenes te dan más seguridad para las devoluciones. Entras en un laberinto de puertas pequeñas y pasillos rectos y estrechos, que se confunden con “sub-pasillos”, que a la vez se tropiezan con cajas registradoras y empleados encorbatados y empleadas vestidas de verde con la cantinela del “qué quiere, le puedo ayudar en algo”. Les matas con la mirada y les echas atrás. Parece como si tu propio yo se vaya despersonalizando, como si entras en una gran cadena con los corderos comprando y pagando, como si los rasgos de la cara te fueran desapareciendo gradualmente.
Subes a la planta de caballeros, no es la de señoras, habrá que irse al sótano para oportunidades varias, aquí hay que cambiar de escalera mecánica para bajar y entonces vuelves al laberinto de pasillos rectos y estrechos, que se confunden con “sub-pasillos”, que a la vez se tropiezan con cajas registradoras y empleados encorbatados y empleadas vestidas de verde con la cantinela del “qué quiere, le puedo ayudar en algo”.
Tu espíritu gorrón hunde tu dignidad y a las más guapas les pides que te echen colonia. Y preguntas dónde puedo encontrar el descorazonador de manzanas y el cortador en láminas para chirimoyas y el picador de ajos. Te dan indicaciones mientras atraviesas una selva de señoras y de parejas con cara de agobio que han dejado a los niños en casa del abuelo, ya que hay que seguir haciéndoles creer que los reyes no son los padres.
Y avanzas hacia el descorazonador de manzanas y el cortador en láminas para chirimoyas y el picador de ajos pero luego te lías porque te encuentras con los amigos y estableces sabios diálogos de “mira, aquí, como cada año” o “ya se sabe” y no te aclaras y vuelves al mismo empleado de antes y te vuelve a indicar por donde ir para comprar el descorazonador de manzanas y el cortador en láminas para chirimoyas y el picador de ajos. Y como te pierdes, le preguntas a dos mujeres más y al final la última te acompaña.
Y descubres que el descorazonador de manzanas te descorazona porque se ha agotado ya. Todos los consumidores y consumidoras se apelotonan en torno a los utensilios de cocina y al final consigues hacerte con el tapón que protege las burbujas del cava aunque ya hayas abierto la botella y el cortador en láminas para chirimoyas y el picador de ajos. Ya te vuelves a apelotonar para llegar a una caja registradora. “¿Me lo envuelve para regalo por favor?” y la chica te pone cara de “¿me lo dices o me lo cuentas?”.
Te vas todo contento con el tesoro de la isla. ¡Qué bien voy a quedar! El techo es bajo, los pasillos son estrechos, no sabes a donde ir, preguntas a un encorbatado con pinta de jefe de planta por la puerta de salida, que también me han dicho que está por aquí, y te dice que cojas aquella escalera, pero luego descubres que sólo baja al aparcamiento y tú quieres subir, y preguntas a un padre de familia cómo subir, y te dice que vayas todo recto y que me la encontraré.
Supero a todas bolsas verdes llenas de cajas, me aglomero y cojo las escaleras mecánicas, y me ponen colonia, y pregunto dónde está la puerta de salida porque no se ve y a una de las chicas de los perfumes les pregunto cómo salgo, y enfilo la “avenida central” de la planta baja hacia un vigilante de seguridad al que tapa una multitud que entra, y tú no puedes salir, y tampoco ver la luz, porque ya no queda luz, porque se ha hecho de noche. Por fin me da algo de frío en la cara y me pregunto “¿qué colonia se ponía ella?, ¿no le faltaba?”.
2 comentarios:
lunaro hecho de menos el tema de la leche muuuuuu
¿del tema del consumismo compulsivo no tienes nada que decir?
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