domingo, noviembre 04, 2012

UNA CATALUÑA LIBRE EN UNA ESPAÑA FEDERAL



El resultado de la convocatoria electoral anticipada del próximo 25 de noviembre será decisivo para el futuro de los ciudadanos y ciudadanas de Cataluña. Desde  hace dos años que  CiU llegó al Gobierno de la Generalitat, hemos vivido un proceso político paradójico. Por un lado, el Gobierno de Artur Mas se ha situado a la cabeza de un modelo de política fiscal y de duros recortes sociales, educativos y sanitarios, que nos alejan del modelo social de los países más avanzados de Europa, a la vez que  las Cortes españolas  han  dado soporte reiterado a las políticas laborales más regresivas de la democracia.

La alianza CiU-PP  ha hecho posible también un retroceso escandaloso en los medios públicos de comunicación, revirtiendo los pasos hacia una mayor libertad, que habían dado los Gobiernos progresistas a España y Cataluña. Y por otro lado, CiU ha consumado en poco tiempo un giro estratégico oportunista, poniéndose delante de un movimiento independentista que pretende iniciar un proceso de secesión de Cataluña.

La sociedad catalana está padeciendo una grave crisis económica que ya se ha convertido en una crisis social y política, que se ha traducido en un aumento de la pobreza y la desigualdad  y en una merma en el principio de igualdad de oportunidades. Muchas personas hoy están padeciendo y viendo truncados sus proyectos vitales. Esta situación reclama por parte de todos un ejercicio de responsabilidad política y ética, sobre todo en un momento en el que el descrédito de los partidos y las instituciones es extraordinariamente grave.

Consideramos que la ruptura con España no es la única salida de futuro y que el inicio de un proceso de secesión en un contexto como el actual pone en peligro la cohesión social y no es el camino para mejorar las condiciones de vida de los catalanes, ni desde el punto de vista económico, ni social ni cultural.

Hoy muchos proponen la independencia como un camino “mágico” para salir de las dificultades, desvinculándonos del peso muerto que, dicen, representa España. Un discurso en el que se mezclan verdades a medias y exageraciones diversas, particularmente por lo que hace a las relaciones fiscales entre Cataluña y el estados, hasta el punto que es habitual escuchar afirmaciones tan populistas y agresivas como “España nos roba”. Paralelamente, algunos sectores independentistas han conseguido extender la idea de que la secesión, que quiere decir la ruptura del Estado, sería un proceso sin costes económicos excesivos, sin fractura social, políticamente amable, en el que todo serán solo beneficios.


El soberanismo cree que el fenómeno de la globalización solo puede tener consecuencias positivas para Cataluña y por eso ha asumido sin complejos el modelo económico neoliberal. Para la sociedad catalana, disponer de un Estado propio sería un “buen negocio”, se afirma. El énfasis en las virtudes económicas de la independencia, que no se sostienen en un riguroso análisis, no es otra cosa que una calculada estrategia para esquivar una realidad social rotunda desde hace muchas generaciones: el hecho de que la mayor parte de la ciudadanía de Cataluña compartimos catalanidad y españolidad en grados diversos.

Rehuimos las visiones apocalípticas sobre una virtual secesión, pero tampoco estamos dispuestos a aceptar acríticamente los argumentos azucarados del independentismo. No creemos que pertenecer a España sea una obligación perpetua, pero no compartimos tampoco las razones de los que sostienen la necesidad histórica de la ruptura. Pensamos que la secesión no es la respuesta razonable a los problemas de la sociedad catalana en el marco de las complejidades, interdependencias y soberanías compartidas del siglo XXI. Especialmente, no es la respuesta inteligente en el contexto de una Europa que necesita avanzar hacia niveles más elevados de unidad política en el marco de una crisis que amenaza su propia supervivencia. La comparación entre beneficios y costes sociales es mucho más favorable en el caso de un mejor encaje federal de Cataluña a España y a Europa, que no en el caso de la independencia.  

Por todo esto, reconociéndonos herederos de la izquierda catalana que ha defendido siempre ”Cataluña, un solo pueblo”, alzamos nuestra voz para defender abiertamente que la ruptura con España no es la mejor opción ni para salir de la crisis ni para articular una alternativa desde la izquierda a las políticas de austeridad europeas. Además, los riesgos, las tensiones y las incertidumbres de un proceso de secesión no son el mejor escenario para mejorar las condiciones de vida de la gente, particularmente de los sectores más humildes y vulnerables.

Hasta el día de hoy no ha habido apenas controversia democrática, donde los interrogantes de la ruptura hayan podido ser debatidos ampliamente en el marco de un debate público basado en los principios del pluralismo democrático. El federalismo tiene profundas raíces entre los sectores progresistas de Cataluña y cuenta con experiencias de éxito en otros Estados del mundo que habrían de ser tenidas en cuenta. Reclamamos a las fuerzas políticas de izquierdas que, en un  momento electoral como este, sean valientes, escuchen a la gente, hagan un esfuerzo pedagógico, se atrevan a hablar claro y apuesten por explorar y explicar a la ciudadanía los caminos de un nuevo federalismo, desacomplejado y exigente con el Estado, donde la ciudadanía de Cataluña se pueda sentir bien desde sus identidades compartidas.


Queremos una España federal en el marco de una Europa federal y socialmente justa. No se nos escapan las dificultades de los que proponemos y la sensación real hasta hoy de un  cierto fracaso en este propósito. Por un lado, porque las izquierdas españolas mayoritarias no han querido jugar esta carta y, por otro, porque la derecha española es profundamente nacionalista y se atrinchera cuando le conviene en el inmovilismo constitucional. En Cataluña, en los últimos años se han ido acumulando muchos agravios e incomprensiones, desde la desgraciada sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto hasta los reiterados incumplimientos de los sucesivos Gobiernos españoles en materia de inversión.

La relación entre los Gobiernos democráticos de España y Cataluña se ha caracterizado por la irresponsabilidad de aquellos que han tenido voluntad de monopolizar y apropiarse de las ideas de España y de Cataluña, con objetivos partidistas claros. Asimismo, creemos que no hay razones suficientes para desfallecer y que, en cualquier caso, la alternativa de la secesión es enormemente inquietante y peligrosa para la cohesión social. Nos sentimos cómplices de las voces que, desde otros territorios de España, expresan su disgusto e impotencia ante la imagen monolítica que desde Cataluña algunos proyectan de España, una imagen tan injusta e irreal como la que desde el resto del Estado muchos tienen de Cataluña. En este sentido, es del todo imprescindible que se ponga en marcha un movimiento federalista de alcance español que sirva también para subrayar que son más las cosas que nos unen que no las que nos separan.


Las próximas elecciones al Parlamento de Cataluña no pueden convertirse en un plebiscito en el que “independencia sí, independencia no” sea el tema único de campaña. Democráticamente es imprescindible juzgar la acción política del Gobierno saliente y confrontar los programas electorales con relación a todos los otros aspectos en los que nuestro Parlamento tiene competencias y atribuciones específicas, particularmente en el campo de las políticas de bienestar. Igualmente, no podemos dejar de recordar que el presidente Mas llega a estas elecciones bajo la sombra de  la corrupción y de la responsabilidad de su partido, CDC, en el caso del saqueo al Palau de la Música.

Estas elecciones, en cambio, sí que pueden ser el comienzo de un ejercicio colectivo para debatir y articular las diferentes alternativas políticas (todas ellas legítimas) con relación al denominado “encaje” de Cataluña dentro de España y Europa. Pero desde un debate libre y plural, sereno y ordenado sobre las razones que llevan a  unos, desde el llamado “derecho a decidir”, a pedir la ruptura y a los otros a pedir un nuevo acuerdo. Un proceso que se  resuelva desde los principios democráticos, en el marco de  un Estado de derecho, y que, si procede, concluya con la celebración de un referéndum. Hoy el principal riesgo no es que Cataluña (o España) pierda soberanía, sino que vayamos hacia atrás en temas de democratización, que los ciudadanos de toda Europa pierdan todavía más soberanía ante los mercados y el capital. No la recuperaremos si no nos esforzamos en derribar las fronteras que quedan entre los europeos, en vez de crearnos otras nuevas.

Por todo esto, queremos hacer un llamamiento a la ciudadanía progresista de Cataluña para que el próximo 25 de noviembre se movilicen  y confíen  en aquellas formaciones políticas que presenten programas nítidamente de izquierdas y que incluyan una renovada y potente opción federal. Que pongan también en el centro del debate electoral la forma como se han efectuado los políticas de recortes del Estado de bienestar realizadas por el Gobierno de Mas, con el apoyo del PP. Y que confronten la existencia de diferentes alternativas ante la crisis. Que reclamen de la Unión Europea políticas de impulso al crecimiento económico a fin de evitar que la austeridad recaiga solo en los servicios públicos y las prestaciones sociales. Es decir, una Europa unida al servicio de la gente. En definitiva, que apuesten con claridad por un modelo de Estado federal en el que la mayor parte de la ciudadanía de Cataluña pueda sentirse cómoda y reconocida, compartiendo con otros pueblos un proyecto común de convivencia, justicia y cohesión social.



Este es el manifiesto que han firmado cientos de intelectuales, economistas, políticos y periodistas en favor del federalismo de izquierdas. Entre los firmantes está el periodista Miguel Ángel Aguilar, el cineasta Pedro Almodóvar; los escritores Félix de Azua, Elvira Lindo, Antonio Muñoz Molina, Juan Goytisolo, Almudena Grandes, Mario Vargas Llosa y Javier Martínez Reverte; el diseñador Javier Mariscal; el economista Juan Manuel Echiagaray; el historiador Santos Julià; el actor Álvaro de Luna; el arquitecto Rafael Moneo; el exministro de Economía Carlos Solchaga; el productor de cine Elías Querejeta, la actriz Aita Sánchez-Gijón y los catedráticos José Álvarez, Matías Cortés, Tomás de Quadra Salcedo y Francisco Rubio. Y aunque un servidor no le llega ni a la suela de los zapatos a todas estas personalidades, hubiera también formado parte de este comunicado.