Los “Guerrers Almogàvers” eran tropas de choque, espionaje y guerrilla presentes en todos los reinos cristianos de la Península Ibérica a lo largo de la Reconquista, especialmente conocidos por el activo papel que jugaron en el Mediterráneo aquellos procedentes de la Corona de Aragón entre los siglos XIII y XIV. En definitiva, los actuales cuerpos de élite, pero de hace bastante más tiempo, con toda la épica que tenía aquella época. La “penya Almogàvers” es un grupo de aficionados culés que buscan un grito sano a favor de su equipo, sin violencias y sin tonterías.
Y ese carácter de los “Almogàvers” es lo que siempre vi en Puyol. Por eso, cada vez que tocaba balón, cuando yo narraba fútbol, le llamaba “Guerrero Almogàver”, el central de la élite barcelonista, la guardia siempre fiel, el que siempre está ahí, el que siempre cumple. Es el que nunca se rapa el pelo ni para un lado ni para otro, el que no gasta en gominas, el que no mea Loewe, el que es tal cual. En Bosnia en el primer partido oficial de Luis Aragonés como seleccionador español, la gente de allí pedía autógrafos como loca, sobre todo a Raúl, un jugador con suficiente recorrido y atractivo físico.
¡Pero es que la gente se moría sobre todo por Puyol! ¡Su temperamento traspasaba fronteras! No era una cuestión del equipo que animaras o de la preferencia futbolística, sino de gusto por el temperamento, la implicación y el compromiso. Con 36 años de edad se irá del Barça. Tanta lesión no puede ser. Es un hombre implicado, maduro y querido… y hasta da tiempo a su equipo para que fichen a un nuevo central… Todo un ejercicio de coherencia. Por eso, yo quiero reencarnarme en Puyol.
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