Javier Clemente no es hoy un entrenador sino un futbolista frustrado, que apuntaba maneras, y que se lesionó de por vida, cuando despuntaba como uno de los jóvenes valores de la cantera de Lezama. Clemente se hizo entrenador cuando apenas había cumplido 30 años y fue capaz de dar la campanada con dos ligas consecutivas con el Athletic Club de Bilbao, con el equipo de sus amores. Ahí deberia estar, en Bilbao. No sé si en Lezama o de columnista en algún diario deportivo o como comentarista de alguna radio o alguna televisión. Pero en cualquier caso es donde debería estar, en su casa. Por lo tanto, su papel debería ser más que secundario
Si quería rehabilitarse como entrenador ante la opinión pública ha escogido el peor club y la peor situación de las posibles, y si encima quería ganar en imagen ha perdido las formas, para variar. En este caso ha mostrado su mala educación a costa del periodista de La Voz de Asturias y de Onda Cero, José Gancedo. Al margen de los anticuados métodos futbolísticos del de Barakaldo, su chulería provoca violencia verbal y de la otra. Después del fin de trayecto de Manolo Preciado como entrenador del Sporting, a los gestores del club no se les ocurrió otra idea mejor que traer al mayor innovador del fútbol mundial, Javier Clemente. Si querían que el Sporting se hundiese en la tabla y asegurase su descenso a Segunda, apostaron sin duda por la mejor alternativa.
- Mira la bronca de Clemente a Gancedo en sala de prensa
- Lee la noticia sobre el asunto
- Lee la crónica de José Gancedo en 'La Voz de Asturias', que provocó la ira de Clemente.
- Lee la columna de Gaspar Rosety en 'La Razón' sobre la situación Sporting.
- Vídeo sobre las chulerías de Javier Clamente.
- Gag de Clemente y Guardiola en el programa de humor 'Crackòvia' de TV3.
1 comentario:
Una persona que no tiene respeto a los demás no merece el respeto de nadie. Me dan igual sus méritos o deméritos profesionales. No debería merecer ni un minuto de nuestro tiempo. Si he visto su rueda de prensa es porque una vez más los periodistas somos el objetivo de las impertinencias. Por cierto ¿qué hicieron los periodistas que asistieron a ese espectáculo? Me temo que se mantuvieron impasibles.
Publicar un comentario