
El patriarca de esa familia, José María Ruíz-Mateos, es un empresario al que le expropiaron Rumasa en los 80 por no pagar a Hacienda, un payaso que fue capaz de disfrazarse de 'superman' o presidiario y de propinar un puñetazo al ministro de Economía de la época con su ya clásico "¡que te pego, leche!", un autor de frases legendarias como "Felipe ríndete", "bribón", "malvado", "los jueces son todos unos mariconcillos", un político de papel celofán que vendió la burra a miles de españoles gracias a los cuales consiguió dos escaños en el parlamento europeo que no sirvieron para nada, y un cantamañanas que ofreció a bombo y platillo intereses del 8 por ciento a quien invirtiera en su nuevo 'holding'. O al menos eso es lo que aseguraba en sus pomposos anuncios de televisión.
Al final todo quedó en una especie de timo de la pirámide donde la familia Ruíz-Mateos, estrechamente vinculada al Opus Dei, se llenó los bolsillos con la ilusión de miles de inversores, que evidentemente se han tenido que agrupar ya en una "plataforma de afectados". Cuando una familia utiliza el dinero de esos afectados para pagar sus altísimas hipotecias o para pasarlo en parte a paraísos fiscales, no hay más cera que la que arde. Así es normal que Ruíz-Mateos se nos ponga nervioso cuando le entrevistan, tal y como lo hizo hace poco con Susanna Griso o hace un año con Matías Prats. Señor Ruíz-Mateos, no nos dé lecciones de periodismo. No diga que le hacen preguntas impertinentes. El impertinente es usted.
Ver amplio reportaje "Ruíz-Mateos & Cía" de Glòria Serra en cinco partes:
primera,
segunda,
tercera,
cuarta
y quinta.