Quien nos quiso vender a los catalanes la milonga de que CiU no iba a pactar con el PP en la presente legislatura se ha equivocado. Los votantes que dieron la mayoría absoluta en el Parlament de Catalunya a los convergentes haciendo ascos a la derecha española que iba a arrasar en las elecciones generales siguientes deberían sentirse más que decepcionados. Los que vieron como un gesto de honestidad convergente que Mas firmara ante notario en 2006 que no iba a pactar nada con el PP y que para las elecciones catalanas siguientes declarara en Punto Radio que no iba a acordar nada con el PP son unos ilusos.
No es que pactar con el PP sea malo, pero un nacionalista catalán no debe estar nada conforme con llegar a acuerdos con un partido que, de entrada, no considera que Catalunya sea una nación. Lo más llamativo del tema es que la líder de los 'populares' en el Parlament, Alicia Sánchez Camacho, considerara que el pacto de presupuestos que habían alcanzado con CiU iba más allá de los números.
Es decir, que aquí no hay ni naciones ni pactos fiscales ni conciertos económicos ni auto-determinación, sino que solamente hay una tijera que es voraz como ella sola cuando se trata de recortar derechos de trabajadores, de pequeños empresarios, de prestaciones sanitarias y de acceso a una enseñanza pública de calidad. CiU y PP son derecha, vengan de Madrid, de Barcelona o de Villanueva de la Serena. Por eso Dios los cría y ellos se juntan.
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