“La última la pago yo”, le dijo Pep a sus amigos. “¡Venga hombre, la penúltima!”. “No la última copa y a casa”. “¿A qué casa?”. “Bah, ya he tenido bastante. He hecho mi trabajo. Venga, la última y casa”. Se paseaban por ahí un grupo de aficionados con ‘txapela’ y le daban la mano con la baba colgando y los ojos llenos de lágrimas por haber perdido “¿No quieres un txakolí, hostias? ¡Que pagamos nosotros catalán!”
“Menudo partido habéis jugado, culés” . Pep miraba al suelo y mascullaba con su proverbial sentido de la autocrítica con un susurrante “no tanto, no tanto”. “Que habéis empezado a dar por ahí desde el principio, hostias”. “Oye, Pep, vente a Lezama, porque si coges tú nuestra cantera nos haces campeones de Europa, oyes”. A Pep le quedaba un hilillo de voz. “Bielsa es muy bueno, muy bueno”
Y Pep apura su última copa. “Venga, vámonos, que son quince, que se nos subirán a la cabeza” Parece mentira que el de Santpedor esté sobrio, sin decir una palabra más alta que la otra, con un concepto claro de fútbol, con el mejor equipo del mundo. “Tito, tú no bebes alcohol, ¿verdad?”. “No” “Pues la última va por tí… y que no te emborrachen”.
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