lunes, julio 15, 2013

ES VERANO. VIAJE HACIA EL INTERIOR

He hecho un viaje cuyo sueño acariciaba desde hacía años y cuya urgencia se ha visto incrementada por algunos pronósticos médicos que acortan mi existencia. Mi matriz ideológica es de progreso y de izquierda. Nací en un mundo dividido entre dos bloques, con dos superpotencias, Estados Unidos de América (USA) y Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Nací en una familia obrera del cinturón de Barcelona. Mi madre venía de servir en una casa de burguesía catalana franquista y mi padre no paraba horas y horas en el camión por toda España para la semana... hasta aquellos sábados por la tarde que se me antojaban mágicos. Éramos tres y luego fuimos cuatro. Mi hermana nació siete años después que yo. Eran otros tiempos. Franco llevaba cinco años con la losa del Valle de los Caídos sobre su cabeza y mi padre ya había encontrado un trabajo más estable como conductor de los autobuses metropolitanos de Barcelona. Venía a casa todos los días, no como antes, y había un ser en la cunita al que aprendí a querer.
Con siete años compré ‘La Vanguardia’ a diario, con ocho hablé por primera vez por la radio, seguí estudiando, me comporté mejor o peor, se me consintió mucho, creo que demasiado, siempre tuve un cable tocado y rapiñaba lecturas de donde podía. En Santa Coloma, mi pueblo, mandaba un alcalde cura y comunista. Y leía, y leía, y leía. Y escuchaba, y escuchaba, y escuchaba. Y me contaban, y me contaban, y me contaban. Y había un paraíso más allá de la Europa que venía más cerca en los mapas donde todo el mundo trabajaba y era feliz. Y se llamaba URSS.
Y desde entonces todas las noches mientras estudiaba o hacía los deberes sintonizaba con la emisión en castellano de Radio Moscú. Estaban dos minutos dando las campanitas y con dos ruedas que tenía aquella radio lo pillaba. A la que eran las 10 de la noche salía una voz diciendo “Aquí Radio Moscú. Emisión para España”. Y ponían una pequeña sintonía para empezar. Daban “síntesis de noticias”, hacían pequeñas entrevistas, un día estuvieron con José Luís Balbín para luego llamarle “antisoviético”. Siempre utilizaban ese adjetivo contra aquél que daba informaciones negativas contra la “Unión Soviética” porque jamás les oí soltar la palabra “Rusia” por la boca.
Un día admitieron que había droga pero en cifras residuales y dijeron exactamente cuántos traficantes habían sido detenidos y matizaron “que aquí a diferencia de los países capitalistas los jóvenes no tienen motivo de consumo”. Un día hicieron una emisión en catalán durante media hora que empezó con una versión orquestal de la “Santa Espina”. Hablaron de los beneficios de la universidad soviética para los estudiantes que venían de fuera. Siempre todo lo soltaban en cifras. Si había una liga juvenil decían que había tantos equipos, tantos entrenadores y “los mejores estadios”.
Cuando dejé ese aparato de radio y fui a la universidad me movilicé por un modelo educativo mejor. Como ahora se encierran los estudiantes en el rectorado yo también lo hice, fuimos desalojados por ese rector, el mismo que perdió su cargo en la universidad, el mismo luego fue “conseller” de Justícia de la Generalitat en el primer “Govern Maragall”. Yo ya era periodista y él cargo público. Me acuerdo que le grabé una pequeña entrevista en un rincón que luego convertí en noticia de radio. Josep Maria Vallès no sabía que aquel inocente redactor era uno de los estudiantes que le amargó la vida.
Siempre me movilicé y siempre soñé con ir a la URSS, incluso cuando dejó de ser la URSS. Y un día el médico me dijo lo que me quedaba de vida por un cáncer que afortunadamente me permite andar, razonar y hacer este blog. Así que como parece que me queda poquito, el sueño URSS, el sueño “ver a Lenin” al mausoleo era de urgente realización. Así que he hecho un viaje para mi interior desplazándome 4.000 kilómetros al norte.
Ayer, me desvelé a las 6.30. Desayuné, cogí el inmenso metro de Moscú y llegué a una cola que sé a dónde me iba a llevar, me despojé de todo, de mi cámara de fotos de turista, de mis pertenencias, de mi identidad y se lo dejé a ellos, me cuadré y seguí el camino marcado. Caminaba sobre un pasillo de mármol negro bajo el cielo gris. A mi izquierda, grandes nombres en alfabeto cirílico y grandes honores, gente ilustre que tan sólo tenían una diminuta responsabilidad relativa al honor del siguiente. Pasillo largo, aire libre, no hay prisa, sólo reflexión, a mi derecha un muro rojo, a mi izquierda los homenajeados uno detrás de otro, junto con pequeños árboles, conos verdes perfectamente recortados, mi paso firme y sereno y el cielo gris que me cubre, un militar me marca el lugar, y los eslabones de la cadena que trazan ese micromundo de muertos por la Revolución. Doy dos pasos de escalón y giro a la derecha. Se me abren unas puertas de cristal bajo una pirámide superpuesta y la palabra clave: “Lenin”. Bajo la cabeza y entro con respeto.
Me cuadro y tomo unas escaleras planas hacia la izquierda. Todo es absolutamente oscuro. Muy difícil distinguir las cosas, la temperatura baja súbitamente, elevo la cabeza y distingo al hombre más importante de la Historia de la Humanidad. Su postura yacente. Le veo desde el perfil derecho. Saludo. Le voy rodeando y no le quito la vista de encima. Es imborrable. Su iluminación, tres focos. Caen en la cara, mano izquierda y mano derecha. Me inclino y sigo el camino marcado, ya que debo seguirlo a la misma cadencia, sin parar, subo y ahora se me presenta de frente. Ahora se me ofrece su inconfundible rostro frente a mí con las manos a un lado y a otro. Su cara ilumina unos bigotes y una barba de un tono anaranjado. Saludo. Grabo en mí hasta el último rasgo de sus trozos de piel embalsamada. Sigue el camino marcado en la oscuridad y ahora me ofrece su perfil izquierdo. Saludo y me giro. Mi cabeza no se vuelve atrás. Lo he conseguido. Mi momento finaliza, avanzo unos pasos, salgo de la sala, sigue la oscuridad, subo unas escaleras planas, giro a la izquierda y salgo a la calle ante algunos bustos más, camino de mármol negro, soldados firmes. El cielo es gris. Caen las primeras gotas. Ya está.

2 comentarios:

Pilar dijo...

Qué emocionante! Y sobre todo el poder haberlo compartido contigo.

Jesús dijo...

¡Qué ganas entran de ir a vivir la experiencia después de haberlo leído! Un abrazo, crack.