
Estamos ante un atentado gravísimo contra la libertad de expresión y contra la libertad de reírnos de quien queramos o con quien queramos. Poco importa que la portada sea de mejor o peor gusto, ya que la frontera entre el buen gusto y el mal gusto es algo muy subjetivo. Una vez más, la democracia española se vuelve a mostrar como inmadura y adolescente: pensaba que el tabú de los chistes sobre la Casa Real se había eliminado del todo, pero veo que no. Y como en este país los periodistas nos arrimamos al sol que más calienta, toda la gentecilla del corazón se está llevando las manos a la cabeza cuando ellos no son los más indicados para hablar de buen gusto o del derecho a la intimidad. Y en medio de todo esto, el dibujante, Guillermo, sigue riéndose de todo y de todos. ¿Cuál es la solución que Guillermo propone? ¡Qué le corten la mano derecha!